viernes, 15 de agosto de 2014

Apocalipsis

Una fuerte explosión se escuchó en toda la ciudad. Arthur casi ni la notó, estaba en estado de shock luego de oír las noticias.

"La Organización Mundial de la Salud todavía no se pronuncia respecto al reciente brote del llamado virus Tirano..."
"Autoridades locales han confirmado que el virus Tirano es altamente contagioso y aconsejan..."
"Todos los lugares públicos han sido clausurados y piden a la población mantenerse en casa hasta que se restaure..."
"La ley marcial se inicia a la media noche en busca de mantener a raya a los infectados..."
"Cada vez se reportan más asesinatos, parece ser que los infectados con el virus Tirano se vuelven agresivos..."


Apagó la televisión y salió de su cuarto. Pensó en despertar a la pequeña Tania pero prefirió no enfrentarla todavía a la pesadilla que se acercaba rápidamente a la vida de todo el planeta.

Bajó las escaleras y, siguiendo las instrucciones que escuchó en la televisión, aseguró cada una de las entradas de la casa.

Tablas, clavos y muchos muebles ayudaron a trancar la entrada principal y la entrada de la cocina.
La entrada al patio, sin embargo, siempre fue demasiado grande. La enorme puerta corrediza de vidrio no ofrecía mucha protección contra la locura que sucedía afuera en el mundo real.

Arthur decidió coger la vieja escopeta de su padre - "Suerte que la conservé... debes estar sonriendo papá" - y defender el mismo el punto más vulnerable de la casa.

Las horas más largas de su vida pasaban ese mismo día. Con la mirada fija en el patio, a través de la puerta de vidrio, pensaba solamente en sobrevivir a ese día.

Los ruidos de las explosiones y los gritos se habían diluido con el amanecer, y por un momento Arthur pensó que era seguro despertar a Tania para escabullirse a un lugar más seguro.

Giró en dirección a la habitación de su pequeña hija pero ella se le había adelantado. Estaba ahí parada frente a él, sin decir una sola palabra. 

Trató de acercarse pero fue en vano, con lágrimas en los ojos Arthur entendió lo que tenía que hacer. Apretó rápidamente el gatillo de su escopeta.

Un ruido seco y fuerte retumbó en la casa. Se oyó el sonido de un cuerpo golpeando el piso.

El cuerpo de Arthur estaba tendido en el suelo y la pequeña Tania se acercaba lentamente, era hora del desayuno.